Mi
sofisticada mente cuenta con su propio mecanismo de autodestrucción. Si
hago algo bien, si me pasa algo bueno o acierto en algo, se activa una
alarma interna que concede a todos mis sentidos luz verde para provocar
el caos. La razón automáticamente se toma el resto del día libre, y los
impulsos irracionales quedan al mando de todas mis acciones.
Ir
por la vida dando palos de ciego es mi especialidad, y he de confesar
que hasta ahora no me ha ido del todo mal. Supongo que habrá algún tipo
de ángel de la guarda, hada madrina o fuerza superior que se dedica a
guardarme las espaldas, o quizá sea el karma, no lo sé. Estoy totalmente
desorientada, llevo mucho tiempo estándolo, pero parece ser que
caminando sin rumbo es como acabo formando mi camino. No sé lo que
quiero y no sé lo que estoy haciendo, pero he llegado hasta aquí. Cuando
creo que hago las cosas bien es cuando peor las hago, pero por alguna
extraña razón, cuando las hago mal la historia suele acabar con final
feliz. O al menos, con un final no demasiado trágico.
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