El final de un amor es como ver el fondo de un pote de helado.
Sabes que la has pasado bien, lo has disfrutado. Te ha gustado.
Sientes que valió la pena. Quizás lo hayas compartido, quizás no.
Pero el vacío sigue allí: en el fondo.
Diciendo que ya no hay nada.
Y pues, no te queda otra. O vuelves a la heladería a buscar otro pote de helado o simplemente esperas a que llegue a ti, por sorpresa, de regalo, quien sabe.
A veces no estamos preparados para ver el fondo de un pote de helado.
A veces solo quisiéramos que ese helado no acabara nunca, que durara para siempre.
Y ahora pienso, que si, que hay que aprovecharlo antes que pase el tiempo.
Porque sino, entonces, el helado se derrite y comienzo a dudar si vale la pena.
Sabes que la has pasado bien, lo has disfrutado. Te ha gustado.
Sientes que valió la pena. Quizás lo hayas compartido, quizás no.
Pero el vacío sigue allí: en el fondo.
Diciendo que ya no hay nada.
Y pues, no te queda otra. O vuelves a la heladería a buscar otro pote de helado o simplemente esperas a que llegue a ti, por sorpresa, de regalo, quien sabe.
A veces no estamos preparados para ver el fondo de un pote de helado.
A veces solo quisiéramos que ese helado no acabara nunca, que durara para siempre.
Y ahora pienso, que si, que hay que aprovecharlo antes que pase el tiempo.
Porque sino, entonces, el helado se derrite y comienzo a dudar si vale la pena.