Las palabras hacen daño,
mucho más que los golpes. Hieren porque dicen verdades, y las verdades
no se pueden cambiar. El universo ya se ha encargado de comunicarme, por
activa y por pasiva, que estoy destinada a no ser nadie y a vivir sola,
pero eso no significa que lo acepte. Que sea así no quiere decir que
tengan que repetírmelo una y otra vez, hasta... ¿cuándo? ¿Hasta que me
muera? ¿Hasta que me canse de escucharlos?
¿Sabes qué? Ni siquiera yo sé hasta cuándo podré aguantar.